SOL89 María González y Juanjo López de la Cruz
P r o j e c t s A b o u t W r i t i n g s C o n t a c t

Medicinas Urbanas. Viviendas Repensadas y Reciclaje de Tejidos Residenciales


Trabajo de Investigación Fin de Máster de María González García

Máster Oficial de Arquitectura y Ciudad Sostenibles 2007-2008
Programa de Tercer Ciclo del Instituto de Arquitectura y
Ciencias de la Construcción de la Universidad de Sevilla

En noviembre de 2005 el crítico y arquitecto francés François Chaslin en un artículo titulado La guerra francesa en el extrarradio analizaba, desde la perspectiva de la arquitectura de aquellos barrios, el por qué de los disturbios violentos que en aquellos días se estaban sucediendo en las periferias francesas. Barrios en su mayoría levantados a partir de los años cincuenta, bajo las doctrinas racionalistas formuladas por Le Corbusier, para acoger la gran demanda de población que llegó a las ciudades debido al abandono del campo y a la repatriación de miles de personas de la colonia argelina.

El artículo es inquietante porque, si bien a lo largo de la historia ha quedado demostrado que la arquitectura por si sola no condiciona el comportamiento humano ya que disturbios similares se han desarrollado en contextos muy diferentes como los ocurridos en los barrios posvictorianos de Brixton en 1981 o en el tejido infinito de casas unifamiliares de Los Ángeles en 1992, la respuesta del gobierno francés ha sido la de ordenar la demolición, en un periodo de seis años, de doscientas cincuenta mil viviendas y construirlas de nuevo. Esta no es una situación aislada sino la manifestación, quizás más altísona, de lo que en silencio se está produciendo en la periferia de muchas ciudades europeas. En Londres, hace unos meses, se recogían firmas para evitar la demolición del conjunto Robin Hood Gardens diseñado por los arquitectos Alison y Peter Smithson, icono del movimiento moderno por su aportación a los edificios de viviendas sociales del concepto Street Deck (calle-plataforma) o plataforma al aire libre que constituyen un primer nivel de relación de sus habitantes con la ciudad (vivienda, calle, distrito y ciudad).

La incapacidad de la clase política de enfrentarse a la complejidad de estos trozos de ciudad hace que se utilice la demolición como solución inmediata para acallar las presiones sociales. Charles Jenks en su Libro “El lenguaje de la arquitectura posmoderna” marcó el fin del Movimiento Moderno en la demolición del premiado conjunto de viviendas Pruitt-Igoe en Sant Louis, Missouri, del arquitecto Minoru Yamasaki en 1972. La demolición se convirtió en un hecho mediático sin precedente promovido por los pensadores liberales, críticos con la política intervencionista del estado, y los defensores de una nueva corriente estética que defendía el ornamento como la cualidad fundamental de la arquitectura por encima de su componente social o su calidad constructiva y espacial. En esa situación nadie se paró a analizar que la mayoría de los problemas, responsables del deterioro del conjunto, podrían estar motivados por la segregación racial que se propuso; la mitad del conjunto estaría destinado a personas de raza blanca y la otra mitad a personas de raza negra, y la falta de presupuesto durante la ejecución de las obras. Este hecho había originado que las zonas verdes, que en el edifico se planteaban como zonas de socialización y encuentro, se dejaran sin urbanizar, las instalaciones sin proteger, los aseos comunes en planta baja sin construir, los paramentos de los espacios de circulación sin revestir, los huecos de las ventanas sin proteger y la línea de tranvía que debía conectar este nuevo conjunto con el resto de la ciudad sin ejecutar, dejando a quince mil personas aisladas en un gueto a la deriva con grandes problemas sociales y sin ningún tipo de servicios ni equipamientos.

El estado de degradación en el que se encontraba el conjunto Pruitt-Igoe, como el que se encuentra el edificio Robin Hood Gardens, hace que estos edificios no sean los mejores lugares para vivir. Los modelos planteados han fallado. Minoru Yamasaki llegó a afirmar que cuando proyectó el conjunto de viviendas en St. Louis nunca llegó a imaginar que la raza humana llegara a ser tan destructiva. Las calles en el aire que los Smithson proyectaron como espacios de socialización se encuentran altamente degradadas y la estancia en ellas es evitada por los propios vecinos. Pero, a pesar de todo esto, los vecinos del edificio londinense se han unido a la plataforma que recoge firmas para evitar su demolición y casi medio siglo después de la demolición del conjunto Pruitt-Igoe una asociación compuesta por sus antiguos habitantes se reúnen todos los años para compartir los recuerdos de su estancia en el conjunto.
 

Tras analizar los testimonios de los habitantes de estos conjuntos, esta investigación parte de las siguientes cuestiones; ¿Podría ser una alternativa a la demolición de estos edificios el reciclaje selectivo de los tejidos residenciales?, ¿Podrían repensarse las viviendas que lo forman para adaptarse a las nuevas condiciones de la sociedad que los habita? Dentro de nuestras ciudades es fácil encontrar numerosas estructuras urbanas obsoletas que deberías ser reformuladas a través de procesos de reciclaje, bien porque el uso para el que fueron pensadas ya está agotado, como en el caso de las edificaciones militares, porque las preferencias de consumos cambiaron como es el caso de estructuras hoteleras en ciudades costeras, porque nuevas formas de producción industrializadas acabaron o desplazaron actividades que antes iban asociadas a los núcleos urbanos como son los talleres de artesanos o porque la demanda demográfica a la que daban servicio se ha visto reducida considerablemente en los últimos años como es el caso de los conventos urbanos.

Todos estos edificios se presentan ahora como áreas de oportunidad en las que poder repensar la arquitectura con la libertad no del que comienza un proceso sino del que se instala en él. Es, en estos casos, más fácil asumir la condición de temporalidad, inventar nuevas reglas de juego para satisfacer las necesidades de uso de un momento concreto, atendiendo a una situación precisa. Consciente de que luego vendrán otros y volverán a repensar el objeto construido y propondrán nuevos programas y nuevas reglas. En todos estos casos el acto de reciclar obedece a su definición ortodoxa; someter un material usado a un proceso para que se pueda volver a utilizar. Materiales, objetos, edificios…, reciclamos materia cuyos límites están definidos y su superficie acotada. Pero la acción de reciclar se convierte en algo más complejo cuando el objeto de estudio es el tejido residencial y la unidad mínima que los genera; la vivienda. En este caso, la materia de estudio es viscosa y se desparrama a todas horas, utilizando las palabras del sociólogo Manuel Delgado, porque supone el reciclaje también del tejido social que lo compone.

La política de la cantidad por encima de la calidad promovida por el régimen franquista y el abandono del debate arquitectónico en materia de vivienda social que se había producido durante los años anteriores al desarrollismo, conllevaron la construcción de miles de unidades residenciales en las periferias de nuestras ciudades de escaso valor constructivo y formal, desprovistas de equipamientos y desarticuladas de los núcleos urbanos. Medio siglo más tarde la degradación material, funcional y social en la que se encuentran hace que sea necesaria la intervención en estos barrios. Una oportunidad para repensar sus modelos habitacionales y rehabilitar el tejido residencial.












Estar continuamente cambiando de escala: vivienda-barrio, barrio-ciudad, individuo-comunidad, vivienda-territorio o comprender que siempre nos movemos en la misma, la del hábitat entendido como concepto global que incluye todas estas relaciones pero con la particularidad que estamos trabajando sobre un entorno ya construido y dañado -un cuerpo enfermo- es la preocupación esencial de esta investigación.

A lo largo de la historia ha quedado demostrado que los planteamientos parciales han fracasado. El fin del Movimiento Moderno en materia de la vivienda social, se produjo cuando se perdió la escala y la creación de los grandes conjuntos residenciales sólo fueron pensados desde la planificación urbana. En los años ochenta y noventa ha habido quizás, una preocupación más intensa en estudiar tipologías edificatorias más o menos ingeniosas mientras las nuevas áreas residenciales se estaban construyendo a golpe de Master Plan. Por ello, esta investigación intenta saltar continuamente de escala, de la vivienda al hábitat urbano en la que se inserta. Se abren algunos caminos de investigación, siempre ampliables, que nos ayuden a acércanos a la complejidad de estos trozos de ciudad, a comprender sus singularidades y a plantear situaciones, que no soluciones, que ayuden a la reactivación de la vida urbana y doméstica de estas barriadas.

Si analizamos la ciudad en términos anatómicos tal y como la percibía Ignasi de Sola Morales; una ciudad que goza de musculatura, articulaciones, piel… sin órganos, donde la vida está hecha de espasmos que sólo sabe de frecuencias e intensidades, podríamos hablar de ciudades enfermas cuando encontramos en sus tejidos lesiones que le impiden dar respuesta a las funciones para las que fueron creados. Y, de barriadas ulcerosas cuando sus arquitecturas degradas y sus modelos habitacionales desfasados impiden la capacidad de cicatrización espontánea de estos hábitats urbanos descompuestos.

El Movimiento Moderno ya consideró la ciudad como un cuerpo insano pero sólo se centró en el aspecto higiénico. La preocupación por la evolución de la tuberculosis llevó a los arquitectos de finales del s. XIX a introducir el aire y el sol en la vivienda y la casa fue pensada desde una visión más higienista. Después de la Segunda Guerra Mundial, los arquitectos americanos se preocuparon por las enfermedades mentales de las ciudades y la arquitectura se concibió para mejorar la vitalidad y el estado de ánimo de sus habitantes. A medida que la ciudad ha ido evolucionando y globalizándose, las enfermedades que padece son cada vez más complejas. Toyo Ito ha hablado de la bulimia y la anorexia como las principales enfermedades de la ciudad actual.

El análisis del estado de salud de nuestras ciudades, desde una perspectiva contemporánea, puede detectar, explicar y comprender las nuevas enfermedades que les afecta. Esta investigación se centra en la búsqueda de nuevas técnicas de diagnóstico que nos ayuden a repensar las viviendas y a elaborar un análisis clínico del hábitat urbano en el que encuentran y en el estudio de las técnicas de intervención y terapias urbanas que se están aplicando en las ciudades contemporáneas como forma de reciclaje de su tejido residencial.

Introducción de Medicinas Urbanas. Viviendas Repensadas y Reciclaje de Tejidos Residenciales
María González García








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